Bueno, chicos, pues aquí estamos otra vez a la carga con las aventuras de los últimos tiempos. Os contaba mis vacaciones de julio, en la playa y en tierras zamoranas. Hoy le toca el turno a mi querido reducto de la montaña palentina, donde todos los años paso unos días con mi familia, salgo al campo y suelo tener más tiempo para fotos. Una de las cosas que me gusta hacer es salir de paseo (si se tercia, también de caza, aunque sólo de acompañante, no me gusta empuñar la escopeta) con mi padre y con las perritas. Me encantan como motivo fotográfico:
También disfruto con el ambiente festivo. Claro, en mi pueblo, como en casi todos los de España, es fiesta el 15 de agosto, las calles se engalanan, las fachadas recién pintadas, las niñas bien guapas...
Y cuando no hay actividades, pues no está de más un paseo por el pueblo, buscando detalles aquí o allá:
...o por el campo, al atardecer:
Y cómo no, una de mis grandes pasiones fotográficas, que casi nunca sale adelante, son las tormentas. Este verano disfruté unas cuantas, sin suerte, hasta que una mañana, que había madrugado para buscar algún ciervo o algún corzo, me encontré una tormenta muuuy lejana, casi casi amaneciendo. En vsita de que los corzos no parecían, apunté mi teleobjetivo para otro lado...
... y algo cayó. Ya sé que no es la foto del siglo, pero me gustan los colores, que son más o menos los que sacó la cámara en aquel momento.
Claro, claro, ya sé que estáis ansiosos por descubrir mi buen hacer como fotógrafo de fauna durante el verano. Pero eso tendrá que esperar, de nuevo, hasta que os recuperéis de esta entrada, y yo me recupere de vuestros comentarios... Un saludo.
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