Hacia las 9, casi tres horas después de salir, ya empezamos a "quedarnos frescos", y decidimos volver a desayunar algo... Algo así como un excelente desayuno "del norte", con bien de bacon, y huevos fritos, y tostadas, y...¡Aceite de oliva! Realmente reconstituyente, ya lo creo. Y por si fuera poco, nuestro anfitrión Ove nos tiene preparada una noticia: Johanes nos recogerá en una hora...
...para que vayamos todos a pescar a la manera tradicional Inuit... En medio de la bahía. Es decir, caminaremos varios cientos de metros sobre el hielo (Johanes nos recomienda no salirnos mucho de sus pasos, el hielo de finales del invierno, dice, es traicionero, porque no es fácil saber su grosor, y este año las temperaturas tan altas lo complican todo un poco...), para después agujerearlo con la "herramienta" tradicional (una vara con una cuchilla en la punta). Y la forma de "pescar", al menos aquel día, fue muy sencilla: sin cebo, tan solo una cucharilla en el extremo del enorme anzuelo de tres puntas, y dejando que toque el fondo, par aluengo ir dando tirones y arrastrar lo que haya en el fondo. Y es curioso, pero cuando Johanes lo intentaba, cada 10 ó 12 tirones solía haber un pez, pero cuando lo intentábamos alguno de nosotros... En fin, es una suerte para nosotros que en un lugar tan remoto haya un supermercado...
Cada tres o cuatro peces, Johanes cambia de sitio, recorre unos pocos cientos de metros y practica un nuevo agujero. "El fondo se vele turbio y los peces se retiran, y el agujero ya no sirve", nos cuenta con su inglés más que aceptable. Una sonrisa me aflora en el rostro al tratar de imaginarme a los lugareños de la zona donde vivo, eminentemente rural, tratando de comunicarse con un extranjero.
A mediodía, un episodio singular ocurre, que terminará con nuestra fructífera sesión de pesca (Bueno, de Johanes), y que ilumina el rostro del pescador-cazador: ¡entre la niebla asoma el primer carguero de la temporada! "¡Qué alegría! Esto significa que está llegando la primavera, y además, hoy o mañana tendremos, por fin, plátanos para cenar." Debemos retirarnos unos metros, pues el barco nos pasará a menos de cien. Os juro que se podía sentir el subeybaja del hielo bajo nuestros pies...
Así que nos quedará un rato libre en el pueblo, que aprovecharemos para pasear por sus calles y entablar relaciones con algunos "pequeños habitantes locales":
Y hablando de cenar, el propio Johanes nos ha invitado a cenar esta noche, así que después de un descanso a media tarde, allá que nos vamos, preparados para, sin duda, probar algunos tipos de comida que no hemos comido nunca. Especialmente ballena, claro.
Un pequeño paseo, desde el cual podemos ver mar abierto, nos separa de la casa de Johanes. Las últimas luces del día son deliciosas, y por suerte no nos pillan desprevenidos, porque sólo durarán unos pocos segundos...
Y en casa nos espera Johanes con su mujer, y la pequeña Nejanguaq, de 7 años, la única de los cuatro hijos del matrimonio que todavía no se ha ido del pueblo. Los demás están estudiando en NUUK, la ciudad más importante de Groenlandia, la sede del Gymnasium (el instituto de educación superior), y la sencilla universidad. Para el resto de los estudios, la referencia principal sigue siendo Dinamarca, aunque los Estados Unidos, nos cuentan, van ganando puntos en la preferencia de la gente. Por proximidad y oportunidad, suponemos nosotros...
¡Y qué rica la cena! Hay verduras, hay patatas (las hortalizas en general se dan muy bien en los últimos diez años en el sur de Groenlandia. ¿Tendrá el cambio climático algo que ver?), pero sobre todo hay carne de ballena. La ballena que más se caza es el narval, que mide entre tres y cinco metros, y pesa un par de toneladas o tres. Su carne se conserva de muchas formas: se seca, se sala, se entierra a la manera tradicional vikinga, se congela fresca en modernas cámaras frigoríficas... Y esto, unido a las diferentes formas de prepararla luego, casi hace que olvides que toda la carne que cenarás esta noche viene del mismo animal. Mi bocado favorito es técnicamente, sushi de ballena: la piel, naturalmente muy rica en grasa, se puede comer cruda, y en la boca el tacto es muy importante. Además del frescor de la carne cruda, en la boca sentimos la mezcla de la capa exterior, negra y dura, que hay que masticar, con la interior, blanda y muy grasa, que se deshace en tu boca...
La sobremesa es larga e interesante, Johanes tiene muchas historias que compartir, y una vez más lamentamos no tener ocasión de vivir con él su verdadera vida cotidiana. Después de la cena pasamos "al salón, donde tomaremos un café divertido, mientras seguimos contando y escuchando historias de narvales, foca, osos blancos, mientras escuchamos música en el móvil, o grabamos algún vídeo en el que todo el mundo sale cantando qué sé yo qué...
Y cuando todo se acaba, cuando ya nos retiramos a descansar, ha caído la noche. Estamos cansados. Y por suerte, esta noche parece que no hay aurora. Tal vez hoy nos perdonemos la guardia, y nos acostemos pronto. Nunca se sabe lo que nos puede estar esperando mañana. Buenas noches...
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