19 de noviembre de 2014

GROENLANDIA 2013 (5): ¡AURORA!

Hola a todos, queridos amigos:
Pues sí, por fin, ya he desvelado el secreto de este capítulo, así que ya podéis dejar de leer... O no.
Nos quedamos hace unos días descansando de la jornada en la que fuimos a reconocer el Icefjord, ¿recordáis? Pues esa misma tarde, ya parecía que los cielos se querían abrir poco a poco, así que nuestra merienda-cena transcurrió con el ojo en el balcón, viendo caer la tarde y deseando que llegara la noche. Y cuando por fin llegó, con todas nuestras baterías bien cargadas, y los abrigos casi puestos, nació una de las frases que el viaje acuño para siempre en nuestras memorias: "¡chicos, vámonos, la cosa se está poniendo verde!" Al principio sólo eran unos pequeños destellos casi imperceptibles, algo así:


¡No nos había dado tiempo de salir! Estábamos muy nerviosos, desde luego pensábamos que tal vez fuesen las únicas auroras del viaje. No pude evitar recordar mi primer viaje a Laponia, allá por 1993 (creo que ya ha nevado algo), cuando en el aeropuerto de KIRUNA, en Suecia, nos recibieron los locales vestidos de samis, y con un par de renos ataviados para la ocasión, y mi amigo Antonio de la Rosa, de quien ya hemos hablado alguna vez (Más sobre su vida aquí, no lo olvidéis) decía: "Buff, renos, si nos vamos a hartar!", y luego no vimos más en todo el viaje...
Lo cierto fue que antes de salir de ILULISSAT, la cosa se fue poniendo más fuerte y yo no quise seguir sin lanzar un segundo intento:


La noche estaba perfecta, la aurora se mantenía firme y muy potente en el cielo, así que nos fuimos tranquilizando un poco y continuamos la caminata por la pista que conocíamos del día. El paisaje de tierra no acompañaba, y como veis en las fotos, mucha nieve no había. Por suerte, el espectáculo estaba en el cielo:


Los más expertos ya habréis notado que para estas fotos usé el ojo de pez. El suelo queda totalmente distorsionado, pero es que la aurora era enorme, ningún otro objetivo permitía capturarla entera. Mientras, Juanjo andaba colocando sus instrumentos de time lapse. O sea, una cámara como la mía, pero quieta disparando en el sitio durante 20 o 30 minutos (a veces más) para convertir las fotos en un video.
También creo que debo llamar vuestra atención sobre las estrellas. Puede parecer algo normal, cualquier aficionado serio hace fotos donde salen las estrellas, pero es que ¡Casi había luna llena! Definitivamente, el cielo en Groenlandia es un espectáculo como jamas lo habíamos visto.


Pero la noche seguía, y mientras veíamos las luces evolucionar, y esperábamos el tiempo que necesitábamos para los time lapses, se nos iban ocurriendo ideas: "¿y si metiéramos un flash aquí?¿Qué pasaría?¿Lo probamos?" Aunque lamento que no nos diera tiempo a llegar al Icefjord, como veis, nos seguía costando encontrar paisajes vistosos. Pero fue divertido:


¡Incluso llegamos, en un desprecio total de la muerte, a arriesgar nuestras vidas un par de metros más allá del sendero!


Hasta que se nos ocurrió la que esa noche consideramos, sin duda, nuestra idea más brillante, que aquí comparto con vosotros: El autorretrato nocturno... ¡sin flash! Dejadme que os cuente el truco, que no tiene ningún misterio: simplemente, la luna lo iluminaba todo, y bastante, además. Estábamos haciendo fotos con velocidades que rondaban los 15 segundos, a veces incluso menos. Se nos ocurrió que esta foto sería un nuestro pequeño homenaje a aquellos fotógrafos del XIX y principios del XX, que necesitaban que sus retratados se estuvieran quietos tanto tiempo como eso, y más... Y eso hicimos. Y os aseguro que fueron necesarios muchos intentos, muchos, hasta lograr un resultado solvente: siempre había alguien a quien le daba la risa en mitad de la toma. Pero al fin, aquí está el mejor resultado. Podéis juzgar vosotros mismos, pero no me digáis que no estamos monos y aventureros. 20 segundos sin moverte, casi sin respirar. Hombre, muy naturales no se puede decir que salgamos:

(De izquierda a derecha: Juanjo Rubio, Luis Martínez y Rafa Ruiz)

Y la noche seguía, pero las auroras se iban debilitando. En alguna parte habíamos leído que si aflojaban, no volverían a ser fuertes en unas horas. O tal vez ya estábamos cansados y necesitábamos dormir un poco. O tal vez ansioso, no recuerdo, por enchufarlas a nuestro ordenador. El caso era que ya debíamos marcharnos, y para entonces, ya habíamos llegado al fiordo de hielo; para entonces, ya sólo quedaba la luna, y el hielo, y el mar en calma...



2 comentarios:

  1. Una maravilla de aventura Rafa, bonitas fotos, las primeras con tanto colorido geniales, y la ultima... monos, monos... ;-)) joe parece de día, además se nota que hacia fresquete...
    Un saludo.

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  2. Muchas gracias, Fernando, por tu seguimiento..intentaré no defraudarte en mis próximas entregas... Un abrazo!

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